Los norteamericanos llaman a este tiempo de reincorporación laboral tras el largo periodo estival 'september blues'
Leyendo a la reconocida escritora Carmen Posadas, que ha vivido en varios países y parece conocer bien sus costumbres, me entero que los que ella llama gringos, que supongo que serán los norteamericanos más genuinos, denominan al tiempo de reincorporación laboral tras el largo periodo estival de vacaciones, con su correspondiente merma emocional de regresar a la vida rutinaria, con el término de 'september blues'. Eso es así porque, allí como acá, es un tiempo de rebeldía muscular, ósea, y desde luego de voluntad y de discernimiento, al tener que volver a adaptarse a horarios y costumbres cuya práctica se había abandonado, lo que para muchos es una especie (llamémosle así) de depresión. Que a esta época la denominen 'septiembre' me parece lógica, pero lo de 'blues' viene con su carga de matices, empezando por la que más nos rebela a los ribereños del Mediterráneo, que es donde el azul muestra su tono más profundo y bello al contrastar ese suave balancear de la curva del sol dando luces y sombras a objetos y sobre todo a los diversos frutos que es ahora cuando se recogen y se nos muestran apetitosos precisamente por su brillantez. Y es que la palabra 'blues' es tan engañosa que, al igual que azul, también significa, pálido, lívido, demacrado, triste. La música que lleva ese nombre tiene esa cadencia pero sigue siendo grata como la estival. Ya vendrá octubre con sombras alargadas y noches precoces.
En cualquier caso, el signo identificador es el paso del verano al otoño, en cuyas fechas estamos ya, esta vez prolongando todavía los bochornos. Pero, aunque no es fácil dada la situación económica y más que ella la laboral, son días de agitación con el inicio del curso escolar, en donde los pequeñitos están contentísimos de volver y muchos profes que para ello han estudiado se quedan sin plaza ni destino por culpa de los recortes de la Administración a cuyos representantes se les llena la boca diciendo que lo que propician es la creación de puestos de trabajo. ¿Usted lo entiende? Pasa como a los mayorcitos que van a clase con desgana porque ya saben lo que es eso y las precauciones que hay que tener al reencontrarse con los imbéciles que la toman contigo o con los chulos que van de matones. Y no digamos lo que tienen que sufrir los maestros con los de la edad del pavo o con los pavos que parece que nada les entre por la mollera. Visto con toda esta complejidad, la vuelta a la normalidad siempre ha sido un momento crítico, de conflictos y depresiones, sí, que hay que salvar con una entereza que no tiene todo el mundo y ha de aprenderla.
Como nos recuerda en su colaboración Carmen Posadas, por fortuna tenemos en nuestra psique la resiliencia, de la que ya hemos hablado otras veces; pero que, sin duda, es en fechas como estas, cuando sale a salvarnos, porque, recordándolo, es la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite. Es el recurso que se nos da para sobreponernos, incluso para salir fortalecidos de circunstancias que parecían insalvables. La escritora dice que también se le llama «arte de rebotar» por su procedencia del latín, explicación que parece dar a entender que el problema se lo pasamos a otro. Y no es eso, sino resistencia, aguante. La resiliencia también se usa en mecánica para hablar de la elasticidad de ciertos materiales. Y ese mérito que podemos tener, en más de una ocasión es virtud, por tratarse de paciencia, capacidad de sufrimiento y hasta energía. A veces se practica inconscientemente y sólo se la recuerda cuando todo ha pasado y se analiza para ver qué cosa o qué habilidad pudo habernos ayudado. En el fondo se piensa que todo acabará alguna vez, que no hay mal que cien años dure, que tras la tormenta vendrá la calma. En este cambio de estación que vivimos, el cielo azul intenso que despide el verano pierde su fuerza de fondo dejando que la noche llegue antes y se vaya después. Entonces, lo oscuro traerá otras sensaciones.