sábado, 1 de octubre de 2011

DEMETRIO MALLEBRERA | LA VERDAD Basura espacial flotando en desorden

Ahora mismo debe haber decenas de miles de objetos inservibles girando alrededor de nuestras cabezas de forma descontrolada porque se trata de chatarra
Nos hemos estado esperando a que fuera la propia NASA la que diera el comunicado concluyente, ya que, mientras tanto, en torno a la fecha prevista de regreso definitivo del satélite UARS (Upper Atmosphere Satellite) se fueron distribuyendo noticias equivocadas. En estos casos juega mucho el efecto dominó mediante el cual un error va dejando su impronta en agencias de información que corren ya sin orden ni concierto y no quiero decirte en las redes sociales y en distribuidoras de vídeos por internet, que hasta dieron imágenes de otros eventos; todo sea por dar la noticia antes de llegar al cierre.

Y el caso es que la arribada tuvo lugar en las aproximadas fechas previstas, concretamente en la madrugada del sábado 24 de septiembre a las 6, hora española, en uno de los lugares previstos, al sur del Océano Pacífico y muy alejado de tierra firme (que ahí sí que se dio un margen inabarcable, en el que muchos apostaron por el norte de Alaska), acertando también, según se nos dice (hasta que veamos algo), en que llegó despedazado en 26 grandes piezas que eran las preocupantes porque ésas sí que podían hacer daños personales, ya que el resto esperaban que se desintegrara quemándose al entrar en la atmósfera, calculando la probabilidad de riesgos de daños a la gente en 1 entre 3.200, pero el público ha estado atento pues ese dato, que significaba casi nulidad de golpear a seres humanos, había creado un morbo desatado.

Estas cosas (la creación de un riesgo desproporcionado por su procedencia en tiempo y lugar sólo aproximados) no pasarían si este satélite de investigación de la atmósfera superior (que es lo que significa en cristiano UARS) no se hubiera dejado abandonado a su suerte después de haber estado en órbita y haber cumplido supuestamente sus objetivos desde 1991 hasta 2005, lo mismo que ocurre con otros que han cumplido con sus superiores y luego se han esfumado (así, literalmente). De modo que, si hay otros objetos tan enormes (éste era comparado a un autobús, con más de 6 toneladas de peso, 10 metros de longitud y 4 y medio de diámetro, y tardaba 90 minutos en dar una vuelta completa a la Tierra a más de 28.000 kilómetros por hora) que andan por nuestras cabezas, de un modo silencioso y casi imperceptible visualmente, pero a la deriva, no es posible vivir tranquilos, porque todo eso se convierte en unos 50.000 objetos de tamaños diversos que orbitan alrededor de nuestro planeta convertidos en chatarra espacial, lo que quita fuerza al argumento de que hay unos 9.000 trastos de tamaño considerable que sí que están controlados.

Y aún se nos amenaza con que de la evitación de choques entre ellos depende el orden de la vida en la Tierra, y de momento, contando desde 1991, se han producido solamente 18 grandes colisiones sin contar las pequeñas.